jueves, 1 de diciembre de 2011

Voceadores fueron de nuevo a la Basílica


Antonio De Marcelo  Esquivel.
Cómo cada año una de mis ordenes de trabajo estaba marcada para las cuatro de la tarde en la Glorieta de Peralvillo, debía caminar con la Unión de Voceadores de periódicos de México en su tradicional caminata hacia la Basílica de Guadalupe.
Nunca me ha molestado mi trabajo, al contrario, me gusta; pero esta ocasión simplemente el pensar en caminar esos cinco kilómetros hasta la villa se me hacía un exceso, no obstante que mi relación con este gremio es cercana.
Así que le llamé a un par de amigos para que me acompañarán y allá me dirigí armados con mis cámaras, pues ya que estaría ahí al menos podría tomar algunas fotos para el facebook o simplemente para conservarlas como tantas que guardo por ahí.
La tarde era soleada, pero como siempre el transporte público a reventar, así que tomé un taxi que me dejo en la vanguardia de la peregrinación que ya había arrancado.
Atravesé la calle ya con mi cámara en la mano y solo pensaba tomar una o dos fotos, sin embargo no se porque admirar esas manifestaciones populares, miltitudinarias y llenas de color siempre lo reviven a uno, sobre todo cuando se pude percibir en el rostro de la gente la fe que le mueve, el respeto con que camina, pero sobre todo el gusto con que se mueve para llegar allá donde la frase toma forma y significado “no estoy yo aquí que soy tu madre”.
Eran cinco kilómetros, los mismos que he recorrido miles de veces de ida y vuelta a pie o en transporte, pero que en cada paso cobran significado y dejan ver que siempre se puede descubrir de nuevo el camino, que en cada paso hay una historia nueva que contar.
Y es que ahí encontré a mi amigo Ernesto, que movido como guardia presidencial caminaba de un lado a otro, hablaba por radio, daba órdenes, se preocupaba, pedía avanzar y se sumaba a la peregrinación, para luego salir de nuevo en pos de darle agilidad a la caminata de miles de voceadores, que esta vez no cargaban diarios, revistas o cualquier publicación; ahora llevaban flores, imágenes de la Guadalupana y a cuestas una pila de peticiones, desde poder vender más, hasta sobrevivir con la economía que se tiene en el país; sin embargo el sentimiento generalizado, al menos así lo dijeron, fue dar gracias por los favores recibidos.
Fue de tarde, así que poco a poco se fue metiendo el sol para dar paso a la tenue luz del alumbrado público, pero eso no amaino a estos peregrinos que paso a paso llevaron a cuestas enormes vírgenes, ramos de flores y sus peticiones muy en el corazón para dejarlas libres en esta bóveda de la Basílica de Guadalupe, donde el sonido del gran órgano, y el espacio se hacen pequeños para tanta fe y tanto cariño a la Emperatriz de América.
Fue las 66 ocasión que caminan por este llamado Paseo Papal así lo indicó su dirigente, Daniel Fierro Girjalva, que antes de partir a esta caminata informó que fueron invitados los seis mil voceadores de la unión, quienes acudieron con sus familias, por lo que calculó unas diez mil personas en esta manifestación de fe.
De esta manera con globos, vírgenes adornadas con muchas flores, papel de colores y todo los necesario para que la Virgen Morena luciera bien, caminaron los responsables de que cada día se vendan los periódicos y revistas en todo el país, quienes no repararon en gastos para tener la mejor y más colorida virgen.
Fueron cinco kilómetros de recorrido desde la glorieta de Peralvillo, hasta la Basílica de Guadalupe, en que se escucharon porras cantos, mañanitas y vivas a la virgen que por su amplio manto de protección ha sido también concebida como la emperatriz de América.
Con mariachis, banda, con chinelos, algunos únicamente con su voz, pero todos cantaron a la largo de toda esta peregrinación, en que se podía sentir el cariño que la gente tiene hacia nuestra madre de Guadalupe, pues incluso vehículos públicos o privados detenían para escuchar al mariachi, o para ver a los danzantes que saltaban caminaban y cantaban llenos de fe.
Al final di gracias por tener este empleo que me da la oportunidad de sentir el palpitar de mi pueblo, que este donde este finalmente no deja de ser guadalupano.

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