miércoles, 21 de marzo de 2018

Como Lobo

Por Antonio De Marcelo Esquivel


México.-  
Fuiste mi deseo desde el primer momento y no me arrepiento de haber gastado lo que pudo ser una vida en momentos que se perdieron entre sábanas, rones y poesía ¿Cómo empezó ni yo lo recuerdo? el pensamiento más fresco que tengo de aquel principio fue que un día simplemente apareciste con tu cabellera al viento, así ondulada y tu cara angulosa, con esos ojos que me mataban cuando no usaban esos pupilentes que te empeñaste en colocar y que nunca quitaste mientras tuvimos el mismo camino, tu blusa era esa como japonesa y un pantalón de mezclilla con zapatos cómodos por esa estatura que te hacía realzar por en medio de ese mundo de liputienses. Alguien me dijo que eras modelo, otros que la novia de un traficante y los más avezados que una escort muy cara para mi bolsillo, así que debía olvidar mis ansias de novillero y quedarme en el burladero, pero eso no me detuvo. Mire cómo caminaba por esos pasillas y siempre estaba en primera fila para verte llegar. No lo supiste, no lo sabes y no lo sabrás, pero era como tu sombra, sabía tu hora de llegada, de salida y esos lugares donde pretendías leer a bukovski, aunque de sobra se que nunca pasaste de los primeros versos de ese maldito, porque de vez en vez echabas una mirada para saber si alguien se acercaba por ahí, la verdad es que ahora me pregunto porque tu desesperación de que alguien se apareciera si nunca cruzabas palabras con hombre mujer o cualquier cosa que hablara, te movías como lejos de este mundo y al parecer permitías que te mirasen mientras lucías tu personas con esa mirada de perdonavidas entre los pasillos de la facultad. Yo era como un lobo, que merodeaba por el lugar, aparecía cuando menos se creía y simplemente estaba en el lugar correcto a la hora indicada, porque tu figura aparecía caminando como si flotaras en medio de toda esa gente, dejando que el viento se metiera entre tus cabellos y parecía como si el bullicio se apagara para admirar tus pasos de tigresa, que sin  hacer ruido te llevaban a donde quiera fue fueses, en el brazo tenías un portafolio y siempre un libro de la biblioteca además de tu bolso tan lleno de cosas que imaginaba que tenías un arma, quizá un alijo de droga o no se. Así te miré por mucho tiempo, quería ver que había dentro de tu mirada y mi curiosidad me llevó a preguntarme quién eras tú y por qué me hipnotizabas así, hasta ese día, que como siempre, estuvimos en el lugar indicado justo cuando los astros de alinearon a mi favor. Entre sin saber siquiera que estarías ahí y cuando tomé asiento y pregunté ni siquiera reparé que eras tú quien estaba a mi lado. Así sin voltear sin saber quien me respondería comenté:
- ¿Ha dicho algo que valga la pena o estaríamos mejor en otro lado tomando una cerveza y no en este calor que mata?
Lo que vino luego fue tan natural que ya nada lo pudo parar:
--Tu si sabes, y no ha dicho nada que valga la pena.
-Pues entonces vámonos, dije guardando de nuevo mi cuaderno y mi pluma, que importaba el español funcional y el romanceo de los verbos, salí y de reojo vi que caminaba tras de mí.
Cuando recorrimos por el pasillo y mire tu rostro y el de la gente que nos miraba caminar por el lugar no me lo pude creer, eras tú y tomábando un camino que ninguno de los dos teníamos la certeza dónde terminaría.
La primera parada fue cumplir cada uno con sus compromisos del día y cuando menos lo pensamos teníamos un par de cervezas frías y botana frente a nosotros mientras nos mirábamos al rostro con esa sonrisa tonta que uno saca al no saber que mas viene después.
Así empezó se periplo por hoteles, cantinas, cines, bibliotecas, calles, bancas de jardín, parques, mi auto, y en la soledad unidos por un cable telefónico.

Continuará…