viernes, 8 de abril de 2011

CUÁNTOS ESTAMOS HASTA LA MADRE?




Antonio De Marcelo Esquivel.
Tenía que ir a la marcha convocada por el poeta y escritor Javier Sicilia, a la que desde Cuernavaca, llamó tras la muerte de su hijo; pero mi ron estaba tan rico que me hubiera gustado que el Chapulín, tuviera un gran ventanal (ya no es suficiente el Wi Fi), y desde ahí pudiera reportear, sin que fuera necesario ir a soportar el calor de la tarde, pero ni modo apuré mi trago, mastique los pequeños hielos y le pagué a Hilario. No me molesta ir a estas cosas, nunca me ha molestado, incluso cuando más harto estoy de todo una buena marcha me llena de energía y me revive las ganas de hacer periodismo, sobre todo desde que por decisión propia tomé una cámara para captar mis propias fotos, lo que es diferente, pero igual de apasionante que sentarse a la computadora para redactar la nota. Iría solo, pero Manuel, el reportero de nota policiaca accedió acompañarme y aunque ya teníamos el tiempo encima caminamos tranquilos por la Alameda Central hasta el Palacio de Bellas Artes, donde los últimos contingentes ya caminaban hacia 5 de Mayo con rumbo al Zócalo de la Ciudad de México, así que cortamos por Francisco I. Madero hasta darles alcance cuando iban a entrar a la plancha del Zócalo. En lo personal suelo escuchar sus consignas con atención, antes las anotaba en una libretita para repetirlas en mi nota, pero han sido tantas marchas y la creatividad de los marchistas tanta que me aprendí de memoria hasta el sonsonete: “Si zapata viviera con nosotros estuviera” o “México se casan de tanta pinche tranza”; bueno en honor a la verdad ahora se aprendieron otras no tan creativas pero con el mismo golpe silábico, dignas de un plantón del Frente Popular Francisco Villa.
No es la primera marcha contra la inseguridad que cubro, estuve en aquella del silencio y de blanco que colmó el paseo de la Reforma cuando el empresario Martí había dicho a los funcionarios “si no pueden renuncien”, incluso en una convocada por el doctor Manuel Ramírez, y en las dos el origen fue el mismo, sus hijos habían sido secuestrados y muertos por manos criminales, aunque mientras el doctor apenas pudo llevar un puñado de payasos al Zócalo para hacerse ver, el empresario Martí logró convocar a cientos de miles a través de organizaciones civiles; y que decir de doña Isabel Miranda de Walace que detuvo a los secuestradores de su hijo y ahora Javier Sicilia que logró replicar una marcha desde el estado de Morelos en 50 ciudades, de ellas unas 14 en Europa y los Estados Unidos, porque como gritaban en esta última manifestación “estamos hasta la madre”.

Casi nunca o creo que nunca eh coreado sus consignas en el ejercicio periodístico, ya pasaron aquellos tiempos de la prepa cuando salí con cinco compañeros y ese era el contingente de la Prepa 3 de Molina en una gran marcha del Consejo Estudiantil Universitario, tiempos cuando me desgañitaba para reclamar “Educación primero al hijo del obrero”, fue hasta ahora que me detuve a pensar en mi naturaleza de ciudadano y comprendí lo difícil que de pronto es separarse de la nota, sobre todo cuando las razones sobran, claro México esta hasta la madre, y aunque redacté la nota con la mayor objetividad obligada, entre los dedos se me resbalaban los recuerdos de aquella ocasión cuando me dijeron por teléfono que mi hermana había recibido un tiro en la cabeza, lo que derivó en su muerte un día después; la vez que me dijeron de nuevo vía telefónica que mi hermano había sido levantado y se pensaba que podría ser un secuestro, mismo que duró unas 15 horas; el día que desapareció mi otro hermano de fuera de la escuela y no apareció sino hasta otro día con la cara desfigurada por la golpiza que le propinaron o bien cuando me llamaron de casa para decirme que otra vez habían robado un camión a mi papá, sucesos que se han ido sumando a otros pequeños pero no menos importantes como los atracos que mis sobrinos han sufrido en los micros, o bien los secuestros en taxi que en lo personal eh vivido a manos de la delincuencia, eso sin contar las amenazas telefónicas de cobardes que prometen una muerte violenta, Claro, “estamos hasta la madre” y aunque la objetividad no me permite hablar en primera persona en el diario, me reflejo en cada uno de esos marchistas que con pancarta en mano transforman sus rostros en voces como el grito desesperado de  Eduard Munch, que pintó apenas en 1893, pero que tiene tanta vigencia.  

lunes, 4 de abril de 2011

En el periodismo ver es lo más importante.

Antonio De Marcelo Esquivel.
Esa mañana llegue al diario como siempre, al punto de las diez de la mañana y ante la falta de un buen crimen que investigar para las notas de la tarde caminé a la sala de prensa con mi amigo y compañero de correrías Noél Alvarado además el fotógrafo Salvador Chavez.
Si no había más tendríamos que buscar ún caso al que darle seguimiento, retomar alguno o bien hallar una buena historia en los asuntos del día mientras los minutos pasaban. De pronto se escuchó por la frecuencia de radio policial que un hombre había sido asesinado en su casa de la colonia Balbuena y por cierto estábamos muy cerca, de manera que abordamos el bocho y nos trasladamos reportaba. Para entonces ya teníamos tácticas de trabajo a fin de colarnos hasta el escenario del crimen, ver directamente a la víctima y recoger detalles del escenario para la crónica del día siguiente, así que decididos bajamos del carro y llegamos hasta la puerta donde preguntamos por el occiso, indicándonos un paramédico, que estaba al fondo de la casa, y que la mujer en la sala era su esposa.
Los tres llegamos hasta la bodega. el fotógrafo hizo algunas tomas y nosotros datos del hombre con camisa y corbata que bocarriba presentaba un orificio en el pecho. Al salir de esa bodega ya había llegado la policía investigadora, pero al ser amigos nos permitieron mantenernos a su lado mientras buscaban detalles que les indicaran la mecánica del asesinato.
Las primeras luces las dio la mamá, quien relató que esa mañana durante el desayuno su esposo increpó al hijo su falta de interés en la escuela y los quehaceres, de manera que ordenó a madre e hijo acudir a la escuela preparatoria y recoger las calificaciones.
Aseguro la madre que salieron juntos y harían el camino juntos, pero él hijo pidió regresar a cambiar zapatos por tenis y que la alcanzó en la escuela, donde la dejó en espera a la puerta, de la que se retiró porque no lo miraba salir.
Al llegar a casa su otro hijo había hallado ya a su padre muerto. La primer especulación de la policía es que la familia había salido, y en esta ausencia uno o varios ladrones entraron a la casa siguieron al padre de familia y lo acorralaron en la bodega, donde le hicieron un disparo causándole la muerte. Sin embargo algo no cuadraba, lo que nos hizo preguntar por el cuarto del hijo ausente y por alguna causa nos dieron acceso. Fue ahí donde hallamos la primera evidencia de un escalofriante caso de parricidio, aunque no claro aún, los tenis del joven preparatoriano tenían unas gotas casi imperceptibles de sangre, lo que avisamos de inmediato a los agentes de la Policía Judicial y al Ministerio Público, que ordenó recogerlos como evidencia.
El resto fue mero trámite, nos tiramos al piso en el comedor y pudimos ver que alguien había lavado sangre, sobre todo porque la jerga fue arrojada atrás de unos tanques de gas aún con agua sanguinolenta.
Era claro, el joven no sabría cómo explicar sus bajas notas, así que regresó y disparó contra su padre, para luego alcanzar a mamá y al volver todos creerían que alguien había entrado a robar. Por cierto el joven ya no regreso a casa esa tarde, por la noche llamó diciéndose secuestrado, mientras en el diario se cocinaba esta nota que una vez más me cubría de gloria, no obstante que el director me dijo esa noche “me la voy a jugar contigo, si no es parricidio como aseguras nos vamos los dos” y nos la jugamos porque la cabeza del día siguiente fue PARRICIDIO.
Esa noche el joven hijo llamó a casa para decir que había logrado escapar y aunque pensaba que tenía todo bajo control cayó en la trampa de la policía que ofreciéndole protección lo interrogó al llegar a casa. Durante las horas que duró el interrogatorio terminó por confesar que volvió a casa tomó la pistola de papá y se la vació por la espalda, era seis tiros que yo nunca vi, porque emocionado de haber ayudado a resolver un caso en breve tiempo no me tomé la molestia de ir a revisar el cuerpo al forense y conocer las causa de la muerte. Cuando le dije al director que si era parricidio y el hijo le había vaciado el cargador respondió: ¿Cuántos balazos te faltaron? Cinco, respondí, entonces me miró a los ojos y me anunció -Te vas cinco días suspendido.