sábado, 5 de mayo de 2018

No ahogare mas tu recuerdo, si quiere sobrevivir lo hará solo


Por Antonio De Marcelo Esquivel
05-05-18

Si alguien me hubiera dicho que esa despedida en el metro sería la última vez que te iba a ver, te hubiera dicho que te amaba, aún cuando supiera tu respuesta y quizá, sólo quizá nos habríamos ahorrado tantas noches de insomnio.

O quizá no, porque estábamos destinados a buscar respuestas y a sufrir por adelantado. Ambos empeñados en el negar sentimiento alguno.

Recuerdo la primera vez que lloramos fue a oscuras en aquella habitación hasta donde llegaste a cuidarme una gripe que desapareció con tu llegada, y por Dios te juro que así fue.

Esa mañana moría con el cuerpo cortado y un flujo nasal que me hacía llorar, así que en nuestra primera llamada te pedí no venir porque te contagiaría mi malestar. Duerme respondiste y colgamos, así que cerré los ojos y rememoré todos esos momentos cuando te esperaba en los cafés y aunque sabía de tu presencia hacía como que leía mi Letras Libres, ignorando que estabas a unos pasos y me mirabas, yo no se porqué.

No fueron dos veces las que desesperé por tu llegada y me hubiera gustado matarte, aunque nunca demostré esa punzada que me dolía en el estómago cuando llegabas y me decías, yo no se si en verdad o por hacerme rabiar:
-Es que me encontré un muchacho que me ha dicho lo linda que soy y me ha dejado su teléfono, mira aquí está, mostrándome un pedazo de papel con una caligrafía distinta a la tuya.

Jajaja que tonto, porque mi respuesta fue invariable, mira que bien, deberías llamarle, quizá te haga bien socializar con los mortales igual te enseñan algo. Uu eso era lindo, porque ponías esa cara con las cejas levantadas y aseguraban ser linda, buena onda y sociable y para demostrarlo le hacías la plática a los meseros a quienes escribías un teléfono y nombre en la servilleta para llamarse y conversar, mientras yo me metía en mi revista.

¿Que si me mataba eso?  Claro que me mataba, puta madre ver que hasta les tomabas de la mano y sonreías me hacía sentir ese deseo de estrangularlos, aunque contrario a ello les animaba, andá márcale es muy inteligente, tiene sentido del humor y le gusta el pastel de limón.

Te pasaste María o quizá fui yo quien se pasó cuando aquella tarde llegue a destiempo a propósito y cuando estaba en el lugar me senté a unos metros, tan solo para ver tu rostro descompuesto mientras mirabas a reloj, y aún peor llevé las cosas más lejos, pues aun cuando venía de casa recién bañado y fresco te dije: perdón es que se me atravesó una chica y tuve que hacer una escala técnica.

Todo se hubiera solucionado si nuestra conversación hubiera sido otra, pero también fuiste más lejos y quisiste detalles, el más mínimo de ese encuentro que poco a poco tuvo forma en mi cabeza.

Oh si, claro que la he besado y ha sido delicioso, tome si cintura y pegué mi cuerpo al suyo para sentir su presencia y hacerle sentir que la vida no acaricia. El resto seguro lo recuerdas, porque como yo, te gusta vivir al límite y llevar a la gente al suyo, así que nos seguimos el paso muy, muy lejos, yo con mi relato y tu echando leña a ese fuego, hasta que pediste marcharnos con esa mueca en la comisura de tus labios que yo conocía tan bien.

Esa noche no nos tomamos la mano como solíamos hacerlo mientras avanzaba el metro.

La despedida fue más bien seca, aunque con una sonrisa forzada de ambas partes, yo creyendo que me había vengado de todas esas veces que decías haber hallado un chico, aunque de sobra sabía que dicho papalito con el teléfono se quedaba siempre en la mesa, puestos muy claro para que yo viera que no habría llamada, aunque siempre hice como que no me daba cuenta, solo para hacerte rabiar.

Se de sobra que el teléfono que dabas a los meseros era el de tus amigas o tu hermana con sus respectivos nombres y estoy seguro que sabías que ese encuentro no existió, pero nadie dijo nada.

Aquí me debo bajar. dije y mientras me marchaba supe que no habría más un nosotros.

Fue demasiado tiempo el que esperé nuestro clásico mensaje, hoy me atrevo a repetirlo al aire, a tu recuerdo.

“Estoy en esta vida y si no tienes algo más importante que hacer para mi seria lindo verte aquí”.

Hubo un tiempo que quise ahogar tu recuerdo, fueron muchas copas de ron, pero eso ya pasó, y si alguien me hubiera dicho que esa sería nuestra despedida me hubiera gustado decirte: te amo.