lunes, 4 de abril de 2011

En el periodismo ver es lo más importante.

Antonio De Marcelo Esquivel.
Esa mañana llegue al diario como siempre, al punto de las diez de la mañana y ante la falta de un buen crimen que investigar para las notas de la tarde caminé a la sala de prensa con mi amigo y compañero de correrías Noél Alvarado además el fotógrafo Salvador Chavez.
Si no había más tendríamos que buscar ún caso al que darle seguimiento, retomar alguno o bien hallar una buena historia en los asuntos del día mientras los minutos pasaban. De pronto se escuchó por la frecuencia de radio policial que un hombre había sido asesinado en su casa de la colonia Balbuena y por cierto estábamos muy cerca, de manera que abordamos el bocho y nos trasladamos reportaba. Para entonces ya teníamos tácticas de trabajo a fin de colarnos hasta el escenario del crimen, ver directamente a la víctima y recoger detalles del escenario para la crónica del día siguiente, así que decididos bajamos del carro y llegamos hasta la puerta donde preguntamos por el occiso, indicándonos un paramédico, que estaba al fondo de la casa, y que la mujer en la sala era su esposa.
Los tres llegamos hasta la bodega. el fotógrafo hizo algunas tomas y nosotros datos del hombre con camisa y corbata que bocarriba presentaba un orificio en el pecho. Al salir de esa bodega ya había llegado la policía investigadora, pero al ser amigos nos permitieron mantenernos a su lado mientras buscaban detalles que les indicaran la mecánica del asesinato.
Las primeras luces las dio la mamá, quien relató que esa mañana durante el desayuno su esposo increpó al hijo su falta de interés en la escuela y los quehaceres, de manera que ordenó a madre e hijo acudir a la escuela preparatoria y recoger las calificaciones.
Aseguro la madre que salieron juntos y harían el camino juntos, pero él hijo pidió regresar a cambiar zapatos por tenis y que la alcanzó en la escuela, donde la dejó en espera a la puerta, de la que se retiró porque no lo miraba salir.
Al llegar a casa su otro hijo había hallado ya a su padre muerto. La primer especulación de la policía es que la familia había salido, y en esta ausencia uno o varios ladrones entraron a la casa siguieron al padre de familia y lo acorralaron en la bodega, donde le hicieron un disparo causándole la muerte. Sin embargo algo no cuadraba, lo que nos hizo preguntar por el cuarto del hijo ausente y por alguna causa nos dieron acceso. Fue ahí donde hallamos la primera evidencia de un escalofriante caso de parricidio, aunque no claro aún, los tenis del joven preparatoriano tenían unas gotas casi imperceptibles de sangre, lo que avisamos de inmediato a los agentes de la Policía Judicial y al Ministerio Público, que ordenó recogerlos como evidencia.
El resto fue mero trámite, nos tiramos al piso en el comedor y pudimos ver que alguien había lavado sangre, sobre todo porque la jerga fue arrojada atrás de unos tanques de gas aún con agua sanguinolenta.
Era claro, el joven no sabría cómo explicar sus bajas notas, así que regresó y disparó contra su padre, para luego alcanzar a mamá y al volver todos creerían que alguien había entrado a robar. Por cierto el joven ya no regreso a casa esa tarde, por la noche llamó diciéndose secuestrado, mientras en el diario se cocinaba esta nota que una vez más me cubría de gloria, no obstante que el director me dijo esa noche “me la voy a jugar contigo, si no es parricidio como aseguras nos vamos los dos” y nos la jugamos porque la cabeza del día siguiente fue PARRICIDIO.
Esa noche el joven hijo llamó a casa para decir que había logrado escapar y aunque pensaba que tenía todo bajo control cayó en la trampa de la policía que ofreciéndole protección lo interrogó al llegar a casa. Durante las horas que duró el interrogatorio terminó por confesar que volvió a casa tomó la pistola de papá y se la vació por la espalda, era seis tiros que yo nunca vi, porque emocionado de haber ayudado a resolver un caso en breve tiempo no me tomé la molestia de ir a revisar el cuerpo al forense y conocer las causa de la muerte. Cuando le dije al director que si era parricidio y el hijo le había vaciado el cargador respondió: ¿Cuántos balazos te faltaron? Cinco, respondí, entonces me miró a los ojos y me anunció -Te vas cinco días suspendido.   

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