Por Antonio De Marcelo
Esquivel.
Yo no la conocí nunca. Apenas
pude saber de ella por sus palabras, ya no por su caligrafía, porque en este
mundo virtual de whastapp, twitter y Facebook tenemos que adivinar el estado de
ánimo.
Muchas veces la gente decide
poner una carita para demostrar enojo, tristeza, sorpresa o alegría, de manera
que no se confunda lo que dicen. Pero en su caso nunca puso esas cosas, el
trato fue directo, se trataba de su mamá.
La primera vez que hablamos
fue por teléfono, iba pasando por la guardia y me regresé a responder, siempre
lo hago, porque creo que quienes llaman lo hace por una necesidad y es feo que
nadie responda.
Así que levanté el auricular
y ante su pregunta
-Me puede ayudar, no atienden
a mi mamá en la seguridad social.
Le respondí.
-Envíe una carta a mi correo
con sus datos y su caso para hacer algo.
En ese momento no caí en la
cuenta que actuaba con el mas ruin pensamiento burócrata, un “Godínez”
cualquiera, que cansado de su empleo simplemente la da trámite.
Días después, quizá ya
desesperada llamó de nuevo para confirmar, había puesto en el e-mail los
papeles que le entregó el doctor, un resumen del trato recibido y su credencial
de votar para ser identificada.
Deje pasar un día, porque ya
tenía programado resolverle la vida a otra persona con mi publicación, juro por
Dios que no pasó por mi cabeza darle prioridad a un caso de vida o muerte.
Vi las fotos de los documentos y noté no con
cierto horror que me había enviado fotos del daño causado, por la falta de
atención médica.
En su relato culpaba al
médico de negligente y aseguraba que su madre no recibía la atención necesaria.
Ya cuando le había dicho que no era necesario tener fotos del daño, caí en la
cuenta de sus desesperación, pero el tiro se había ido y tuvimos que esperar
otro día para publicar su caso.
El mismo día que se publicó
me envió un mensaje.
-Gracias por el apoyo, mi
mamá falleció este día.
Yo quería llorar, pero me
contuve mientras mesaba mis pocos cabellos. Apoyando los codos en el escritorio
me quede con la cara entre las manos, trataba de contener las lágrimas, hasta
que un sollozo me ahogó y deje que las lágrimas corrieran, al fin era la única manera
de curar ese dolor, aun cuando era un caso más.
Yo no la conocí, ni conocí a
su mamá, pero igual me dolió que su madre haya muerto, porque como le conté
esta mañana a Liz: en este país la gente muere por pobre.
@Antoniodemarcel
antoniodemarcelo@gmail.com
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