Antonio De Marcelo Esquivel
No recuerdo si fue de tarde o
de mañana, porque cuando aparecías no había tiempo ni espacio, solo se que en ese
momento me dije: estarías en mi vida y
por cierto nadie creyó que fuera cierto, no se si por mi dipsomanía o por tu
altivez al andar.
Quizá fue eso lo que me
atrajo de ti, esa manera de andar, tu desparpajo para reír y la manera tan
rápida de pensar una respuesta.
Así pasaron los días, las
semanas, siempre dándole a las teclas de esa máquina mientras mirabas tu texto
sin tomar en cuenta a quienes pasaban a tu lado.
A veces no tenía nada que
hacer, pero iba a ese lugar y me sentaba justo enfrente, para mirar tus
hoyuelos al sonreír, y la mirada de tus ojos café claro, que ante el reflejo
del sol de la tarde a tu espalda expresaban calma.
Quisiera recordar la primera
vez que me acerqué, pero es irrelevante, lo importante no era ese instante,
sino el futuro que tendríamos cada día.
Es por ello que me empeñé en
buscar una razón para estar cerca, ya fuera por una duda, una expresión, un
saludo o simplemente por pasar frente a tu sitio de trabajo.
Con el paso del tiempo fui yo
quien terminó en tu vida y tu en mi destino, y no lo cambiaria por ningún otro.