jueves, 24 de abril de 2014

Me caga esa risita socarrona





Antonio De Marcelo 
Después de horas en espera de una consulta médica mi papá por fin pudo tener, no la cita con un especialista del IMSS, sólo la promesa que iban a pedir autorización a la Clínica 76 de medicina interna, para ver si le dan una cita para que lo atienda un especialista, aunque antes de eso debía tener un sello de vigencia en la ventanilla 5 de la  clínica 77, así que ahí nos dirigimos respirado hondo, buscando la calma para no mentarle la madre a alguien, no fuera que se enojara y en lugar de un mes nos dieran la cita seis meses después, claro, como se estila en el IMSS, lo bueno que mi papá llevó su blanquito y pudo sentarse luego de las más de cinco horas que ya llevaba ahí. Sólo queríamos marcharnos a casa, quizá igual que la mujer al frente, que cansada de la espera y desesperada porque sus padres estaban sin tomar alimento sólo quería un sello, un mísero sello que la encargada de la ventanilla debía colocar tras una rápida búsqueda en la computadora, trámite que no dura más de tres minutos, pero no, la empleada de la ventanilla 5 de la clínica 77 del IMSS se paseaba por la oficina cual burócrata que es, mientras todos esperábamos, tal vez por eso la derechohabiente empezó a gritar, aludía al sentido común, a la responsabilidad de la empleada y a la conciencia de que su salario sale de nuestros impuestos, incluso miraba al resto en la fila, buscaba incendiar los ánimos, ser secundada en el reclamo, aunque  sin hallar respuesta de un lado u otro mientras un empleado le pedía calma, lo lógico hubiera sido que se le atendiera, en lugar de eso la mujer de la ventanilla esbozaba una sonrisa socarrona, de esas que cagan en los huevos, de esas que desquician, que alteran, que hacen perder los estribos, peor aun retaba a la reclamante para que la acusara con el director de la clínica 77, no se sí porque conoce la tibieza con que actuaría el mando o segura que su sindicato la defendería de cualquier "abuso", siempre sin dejar de mostrar esa pinche sonrisita socarrona que tanto me caga. Cuado la señora decidió pedir la intervención del director, la mujer simplemente decidió trabajar y en menos de cinco minutos había hecho lo que sus relaciones públicas le habían impedido, claro sin dejar de mostrar su pinche sonrisita socarrona.
Twitter: @Antoniodemarcel